SANTA LUISA Y EL MISTERIO DEL PESEBRE
«Me invitan ustedes
al pie del Pesebre para allí encontrarme con ustedes, cerca del Niño Jesús y de
su Santa Madre. Tal y como me lo dicen, me parece que, en efecto, allí se
encuentran ustedes llenas de amor y unidas a nuestras Hermanas…»
«…y a mí, aunque voy
poco, sólo al regreso de Misa. Les diré que este año tenemos el Nacimiento en
la gruta pequeña, a los pies de Jesús Crucificado, en un nicho grande que nos
parece representa Belén mejor que los otros años…»
«De El (el «Niño
Jesús») aprenderán ustedes los medíos para practicar las sólidas virtudes que
su Santa Humanidad ejercitó en el Pesebre desde su Nacimiento".
«El Hijo de Dios no
viene a este mundo de la manera que correspondería a su grandeza, sino con las
apariencias más bajas que se podrían imaginar, y esto, oh alma mía, con el fin
de darnos mayor libertad para acercarnos a El, lo que hemos de hacer con tanto
mayor respeto cuanto más grande es su humillación.»
«Estando próxima a
dar a luz, la Virgen se vio obligada, ante la negativa de los posaderos de
Belén, a retirarse a un pobre establo en el que tuvo lugar su santo y divino
alumbramiento…»
«Pero, Dios mío, ¿qué
preparativos hay allí? ¿Dónde están las personas dispuestas a recibir
dignamente a este divino Infante que es Dios y Hombre? Nada de esto se ve, tan
sólo la meditación de la Virgen y la devoción de San José. Es verdad que nada
ni nadie había en el inundo dignos de tal honor. ¿No habría sido injuriaros,
Virgen Santísima, que alguno se atreviera a aspirar a tanta dicha, que a Vos
sola pertenece por entero?»
«El pesebre es el
trono del reino de la santa pobreza. Mucho he deseado ser admitida a él, ya que
esta virtud es la que más ama el Rey de los pobres. Lo que puede advertirse al
ver que sólo los que lo son verdaderamente Le reconocen. Por eso, manifiesta su
nacimiento por voces celestiales, dando así la seguridad de que es Dios mismo quien
honra tal estado…»
«Este Dios, al nacer
en la oscuridad y desamparado de las críaturas, me enseña la pureza de su amor
que, sin manifestarse a los hombres, se contenta con hacer por ellos todo
cuanto puede.»
«Virgen Santísima,
bien sabéis lo que mi corazón ha pensado hoy al considerar a vuestro amado Hijo
en el Pesebre…»
«Si el pueblo de
Israel honraba tanto a Moisés por mediación de quien recibía la manifestación
de la voluntad de Dios, ¡qué amor y servicio no os debo por haber sido Vos la
que habéis dado al mundo el Dios de la ley de gracia!»…
«He ahí que sois
Madre de todo un Dios y, sin embargo, no os apartáis de la oscuridad y bajeza;
es para confundir nuestro orgullo y para enseñarnos a estimar la gracia de Dios
por encima de todas las grandezas del mundo que, ciertamente, comparadas con
ella, son despreciables…»
«¡Oh Purísima Virgen!
os miro y contemplo hoy como Madre de la gracia, puesto que, no sólo sois la
que suministrasteis la materia de la que se formó el sagrado cuerpo de vuestro
Hijo, sino que Vos lo disteis al mundo…»