Los jóvenes estan invitados a la misión y para ir, es necesario que se preparen adecuadamente para este ministerio en estos tiempos modernos. “Presentar a los jóvenes el Cristo vivo, como único Salvador, para que, evangelizados, evangelicen y contribuyan, con una respuesta de amor a Cristo, a la liberación integral del hombre y de la sociedad, llevando una vida de comunión y participación. (Puebla Nº 1166) para que puedan responder a las realidades de nuestro tiempo, especialmente en medio de los pobres nuestros Amos y Señores.
El joven sacerdote Vicente de Paúl supo reconocer la llamada que el Señor le dirigía a través de los acontecimientos y así, después de atender a un anciano enfermo y moribundo en Ganes, descubre la ignorancia religiosa en que se encuentra el pobre pueblo. Poco después en Châtillon Les Dombes, percibe la miseria, el hambre y otras tantas necesidades que lo impulsan a realizar una caridad organizada con la ayuda de los laicos, sobretodo de las mujeres.
Ahora que nos preparamos para conmemorar los 350 años de la muerte de nuestros santos fundadores se ve necesario renovar nuestro espíritu Vicentino, que nos lleve a tomar partido por los pobres y por la evangelización en diversos lugares. “La Iglesia ve en la juventud una enorme fuerza renovadora, símbolo de la misma Iglesia, y en el servicio a la juventud realizado con humildad debe hacer cambiar en la Iglesia cualquier actitud de desconfianza o de incoherencia hacia los jóvenes” (Puebla Nº 1176) y siguiendo los pasos de Vicente de Paúl que supo caminar al paso de la Divina Providencia para crear respuestas nuevas ante las nuevas situaciones, vayan sin miedo y animados por el Espíritu del Resucitado “Jesucristo Camino, verdad y vida”.
Como en tiempos de San Vicente, el Señor pide que dediquemos nuestra vida a la evangelización de los pobres, a continuar la misión de Jesucristo. “También hoy, quienes seguimos a Jesucristo tras las huellas de San Vicente de Paúl, los acontecimientos, sobretodo los relacionados con las personas pobres, nos invitan a ponernos en camino, en pie de misión: atendiendo las realidades diversas de las culturas y de los pueblos, adaptándolas al paso de Dios por las personas y grupos, escuchando las llamadas de las necesidades más urgentes, cultivando la participación de todos y el resto de todos” (Vincentiana, Septiembre y octubre 2007).
Es importante tener en cuenta que el anuncio del Evangelio requiere anunciadores, la mies necesita obreros, la misión se hace, sobre todo, con hombres y mujeres consagradas de por vida a la obra del Evangelio, dispuestos a ir por todo el mundo para llevar la salvación. Esto solo se logra mediante una pastoral juvenil bien estructurada que lleve a los jóvenes a Cristo y a Cristo a los jóvenes.
El joven vicentino ha de tener este cometido, el mismo que expresa San Vicente de Paúl en la conferencia del 29 de octubre de 1638 cuando dice: “En esta vocación vivimos de modo muy conforme a Nuestro Señor Jesucristo que, al parecer, cuando vino a este mundo, escogió como principal tarea la de asistir y cuidar a los pobres. “Misit me evangelizare pauperibus”. Y si le preguntan a Nuestro Señor: ¿qué es lo que has venido a hacer en la tierra?-A asistir a los pobres. ¿A algo más?- A asistir a los pobres.
En su compañía no tenía más que pobres y se detenía poco en las ciudades, conversando casi siempre con los aldeanos, e instruyéndolos. ¿No nos sentiremos felices nosotros por estar en la misión con el mismo fin que comprometió a Dios al hacerse hombre? Y si le preguntase a un misionero, a un joven vicentino ¿No sería para él un gran honor decir como nuestro Señor: Misit me evangelizare pauperibus? Evangelizar a los pobres es mi misión. Yo estoy aquí para catequizar, instruir, confesar, asistir a los pobres, porque la misión es siempre prolongación de la acción del Misionero Cristo Jesús.
Henry Cristóbal Yasnó, CM.
El joven sacerdote Vicente de Paúl supo reconocer la llamada que el Señor le dirigía a través de los acontecimientos y así, después de atender a un anciano enfermo y moribundo en Ganes, descubre la ignorancia religiosa en que se encuentra el pobre pueblo. Poco después en Châtillon Les Dombes, percibe la miseria, el hambre y otras tantas necesidades que lo impulsan a realizar una caridad organizada con la ayuda de los laicos, sobretodo de las mujeres.
Ahora que nos preparamos para conmemorar los 350 años de la muerte de nuestros santos fundadores se ve necesario renovar nuestro espíritu Vicentino, que nos lleve a tomar partido por los pobres y por la evangelización en diversos lugares. “La Iglesia ve en la juventud una enorme fuerza renovadora, símbolo de la misma Iglesia, y en el servicio a la juventud realizado con humildad debe hacer cambiar en la Iglesia cualquier actitud de desconfianza o de incoherencia hacia los jóvenes” (Puebla Nº 1176) y siguiendo los pasos de Vicente de Paúl que supo caminar al paso de la Divina Providencia para crear respuestas nuevas ante las nuevas situaciones, vayan sin miedo y animados por el Espíritu del Resucitado “Jesucristo Camino, verdad y vida”.
Como en tiempos de San Vicente, el Señor pide que dediquemos nuestra vida a la evangelización de los pobres, a continuar la misión de Jesucristo. “También hoy, quienes seguimos a Jesucristo tras las huellas de San Vicente de Paúl, los acontecimientos, sobretodo los relacionados con las personas pobres, nos invitan a ponernos en camino, en pie de misión: atendiendo las realidades diversas de las culturas y de los pueblos, adaptándolas al paso de Dios por las personas y grupos, escuchando las llamadas de las necesidades más urgentes, cultivando la participación de todos y el resto de todos” (Vincentiana, Septiembre y octubre 2007).
Es importante tener en cuenta que el anuncio del Evangelio requiere anunciadores, la mies necesita obreros, la misión se hace, sobre todo, con hombres y mujeres consagradas de por vida a la obra del Evangelio, dispuestos a ir por todo el mundo para llevar la salvación. Esto solo se logra mediante una pastoral juvenil bien estructurada que lleve a los jóvenes a Cristo y a Cristo a los jóvenes.
El joven vicentino ha de tener este cometido, el mismo que expresa San Vicente de Paúl en la conferencia del 29 de octubre de 1638 cuando dice: “En esta vocación vivimos de modo muy conforme a Nuestro Señor Jesucristo que, al parecer, cuando vino a este mundo, escogió como principal tarea la de asistir y cuidar a los pobres. “Misit me evangelizare pauperibus”. Y si le preguntan a Nuestro Señor: ¿qué es lo que has venido a hacer en la tierra?-A asistir a los pobres. ¿A algo más?- A asistir a los pobres.
En su compañía no tenía más que pobres y se detenía poco en las ciudades, conversando casi siempre con los aldeanos, e instruyéndolos. ¿No nos sentiremos felices nosotros por estar en la misión con el mismo fin que comprometió a Dios al hacerse hombre? Y si le preguntase a un misionero, a un joven vicentino ¿No sería para él un gran honor decir como nuestro Señor: Misit me evangelizare pauperibus? Evangelizar a los pobres es mi misión. Yo estoy aquí para catequizar, instruir, confesar, asistir a los pobres, porque la misión es siempre prolongación de la acción del Misionero Cristo Jesús.
Henry Cristóbal Yasnó, CM.